Cumplimos en este blog de Madrid Museum Tours  lo prometido anteriormente. Vamos a compartir con Uds. reflexiones sobre obras de Ignacio Zuloaga, Joaquín Sorolla y Julio Romero de Torres que nos servirán para analizar someramente la situación de la mujer en aquella época. Y además para homenajear a Sofia Kovalévskaya, Emilia Pardo Bazán y Clotilde García del Castillo.

Comencemos con lo sucedido en Madrid, un 22 de febrero del año 1911. 2 valerosas mujeres pasearon por la calle Carretas vestidas con falda pantalón, una vestimenta que había estrenado María Antonieta más de 130 años atrás. Sin embargo, una turba enfebrecida asedió indignada a las mujeres que tuvieron que cobijarse en el interior de una tienda en espera que el escándalo que habían causado con su ropaje fuera apagado por las fuerzas del orden público.

Para la masa ignorante y belicosa del Madrid de comienzos de siglo la mujer tenía que estar en casa encargándose de las tareas del hogar y cuidando a la prole. Resultaba inimaginable que leyeran libros. La enseñanza secundaria para mujeres estaba plagada de obstáculos. Era inconcebible su acceso a la universidad.  La práctica del deporte les estaba vedada.

Sin embargo, lo más grave era que la mujer padeciera a su vez tres tipos de violencia: física, sexual y moral. Aún peor: la violencia contra la mujer tenía un carácter estructural. Era considerada normal, por tanto, infravalorada por la sociedad y la ley. La mujer no solo estaba subordinada al hombre para operaciones jurídicas o comerciales. En casos de violación o adulterio, ella era la culpable, nunca el varón.

Con tal entorno, se comprende que el intento de pasear en falda pantalón por parte de aquellas dos ‘’inmorales mujeres’’ estuviese condenado al fracaso y escarnio masivo.

En 1911 Ignacio Zuloaga terminó su Cristo de la Sangre, expuesto actualmente en el Museo Reina Sofía Madrid. Este cuadro sirve de insuperable ilustración de la tragedia que afectaba a la condición femenina de la época.

analogy between types of women and first feminists, by Zuloaga, Sorolla and Romero de Torres. madrid museum tours blogQue me perdone Zuloaga por interpretarlo a mi manera.

Veo en este sombrío cuadro a una mujer crucificada en medio de 6 personajes estáticos. A su derecha, un sacerdote ladea su cabeza hacia abajo, un nazareno de rojo que empuña un cirio en su mano izquierda también agacha la cabeza y, entre los dos, se arrodilla un penitente con ojos cerrados. Al lado izquierdo de la crucificada, sobre un montículo asoma un verdugo que tampoco mira, un nazareno de rostro contrito cuya mirada si se dirige a la víctima y, a la misma altura que ella, otro nazareno de duras facciones clava su mirada en el espectador.

Es todo lo contrario de aquel borracho que nos sonríe cubierto con sombrero de cowboy en la extraordinaria bacanal creada por Velázquez, al regreso de su primer viaje a Italia. El paisaje de fondo es gris y el turbulento cielo lo pinta Zuloaga a la manera del Greco. Como fondo, Ávila la ciudad amurallada, cuna de Santa Teresa, esa Santa perseguida por la Santa Inquisición que se atrevió a denunciar – 351 años antes – las relaciones entre hombres y mujeres, especialmente, entre mujeres y sus jueces masculinos.

Mirando El Cristo de la Sangre de Zuloaga es inevitable pensar que casi nada había cambiado para las mujeres durante el lapso de tiempo transcurrido entre Santa Teresa e Ignacio Zuloaga…  ¡ 351 años !

La técnica de Ignacio Zuloaga revela un buen aprendizaje académico. En su pincelada se distingue la huella del Greco, Ribera, Velázquez y Goya tardío.  Ignacio Zuloaga eligió frecuentemente paisajes castellanos para adornar el fondo de sus representaciones de hoscos personajes de estoica existencia. Escenas simbólicas, a mi juicio, ninguna como las del Cristo de la Sangre donde la vergüenza y el dolor que transmiten sus protagonistas masculinos son también testimonio de resignación ante cosas que seguirán siendo igual.

En febrero de 1911 a Emilia Pardo Bazán le faltaban 7 meses para cumplir 60 años y pronto  publicaría ‘Dulces Sueños’, su última novela.

Emilia Pardo Bazán fue una de las mujeres más extraordinarias de su época. Fue la primera mujer catedrática de Universidad en España ( 1916 ) y antes, después y todo el tiempo, novelista, cuentista, poetisa, cronista, historiadora, conferenciante, consejera, editora y, por encima de todo, una indómita reivindicadora de la igualdad de derechos de la mujer.

En su cultura enciclopédica y talento narrativo se apoyó para expresar sus ideas ( Y violentar a las instituciones sociales y a la mayoría de sus colegas masculinos ). Definió precisamente las barreras que sufrían las mujeres que aspiraban a formarse, desde la instrucción primaria a la casi inalcanzable Universidad. ‘’Todo ventajas para los hombres, obstáculos todos para la mujer’’

Obstáculos que se doblaron tarde o temprano al paso de doña Emilia : Fue socia de número del Ateneo primero y presidenta del departamento de literatura después. Consejera de Instrucción Pública. Socia de Número de la Sociedad Económica Madridense de Amigos del País.

La esencia de su postulado feminista fue que hombres y mujeres son iguales en todos los terrenos. Terrenos como la capacidad de educarse, aprender, trabajar, enseñar y, provocadoramente para aquella época, ser dueña de su voluntad sexual.

Doña Emilia no tenía ni la apariencia de una vampiresa ni se comportaba como tal. De físico rechoncho, voluminosa papada y con ‘’la rubicunda faz de un canónigo’’, según Leopoldo Arias, Pardo Bazán era’’ una intrusa que desempeñaba trabajos de hombre en un mundo masculino.’’ Y para colmo, escribía sin remilgos sobre sexualidad femenina.

Doña Emilia Pardo Bazán vivió como escribía. Tuvo una larga relación amorosa con Benito Perez Galdós. Ella era la fuerte, él el débil. Ser dueña de su voluntad sexual no la eximió de ‘’cometer algunos errores ( infidelidades )’’ que laceraron despiadadamente el corazón de Galdós mancillando de paso su fama de irresistible seductor.

Muchos hombres descubrieron que eran débiles cuando cayeron en las redes de vampiresas casquivanas que les subyugaron con cruel coquetería. Doña Emilia no necesitaba recurrir a tales ‘armas de mujer’.

También en el amor, ella era una Jefa.

Igual de Jefa que la protagonista de la obra ‘’Lectura’’ que Julio Romero de Torres realizó entre 1901 y 1902 y que se exhibe en el Centro de Arte Reina Sofía .analogy between types of women and first feminists, by Zuloaga, Sorolla and Romero de Torres. madrid museum tours blog

Este cuadro es el antónimo del Cristo de la Sangre. Con el permiso del maestro cordobés, uso su Lectura para describir al prototipo ideal de mujer que perfilaría Emilia Pardo Bazán.

La protagonista yace sobre su cama en una actitud reflexiva. Su mirada hipnótica nos traspasa. Un libro abierto se apoya en el cojín verde donde descansa, asimismo, el brazo derecho de la modelo. Las veladuras de su ceñido vestido sugieren una anatomía de sensuales curvas. Que no se despojase de los zapatos indica que tenía prisa por echarse en la cama y emprender la lectura.

Pero llegó el momento de hacer una pausa y reflexionar sobre el contenido del libro.

Y ésta es la instantánea que Romero de Torres capta magistralmente. Traza el contorno de ella con esa línea firme que le inculcó su padre, el artista Rafael Romero Barrios. Excepto la colcha de la cama, todo el cuadro es verde, en distintas tonalidades. Verde azulado de Cristo Crucificado de Velázquez es el fondo de múltiples calidades de la habitación. Un verde oscuro reviste la mesita de noche como verde es la lámpara cuya pantalla irradia el mismo verde claro que el vestido de la lectora. La atractiva faz de la protagonista, sus estilizados brazos son de un tenue verde, distinto del verde amarillento de las páginas del libro abierto.

Una maravillosa fusión de personaje y entorno por medio del color verde, en distintos matices, que ‘’rompe’’ la fantástica colcha roja anaranjada, plena de simbolismo pasional.

Lectura no presenta a la mujer débil e ignorante, ocupada en sus labores caseras. Quiero creer que la atmósfera intimista del cuadro describe a una chica joven que, probablemente, no está leyendo un cuento romántico sino que, quizás, La Mujer del Porvenir de Concepción Arenal. Su postura denota un carácter suave pero de férreas convicciones. No es una frágil soñadora. Su fuerza radica en la inteligencia, cultura, belleza y determinación para superar todos los obstáculos, y así es transmitido por su penetrante mirada.

Quizás inconscientemente, Romero de Torres señaló con Lectura el camino de superación que deberían seguir las mujeres jóvenes de comienzos del S. XX, como alternativa al enclaustramiento que traía consigo el matrimonio.

Superación personal hasta la cima más alta fue alcanzada por la primera catedrática universitaria de la historia : la matemática Sofia Kovalévskaya .

1 mes después que la falda pantalón alterase el orden público en Madrid, en un teatro de San Petersburgo se impidió la entrada a unas provocadoras señoras que pretendieron acceder a la función vistiendo tal atuendo. La plaga de la ‘’indumentaria de harén’’, como la definieron algunos científicos europeos, comenzaba a amenazar tímidamente los, hasta entonces, sólidos cimientos de la sociedad masculinizada.

20 años y 1 día antes del escándalo provocado por aquellas 2 damas con sus faldas pantalones en la calle Montera, había fallecido en Estocolmo Sofia Kovalévskaya. De extracción aristócrata como su contemporánea Pardo Bazán, Sofía pudo emigrar de Rusia para progresar académicamente gracias al socorrido ‘’matrimonio ficticio’’. Ya en Alemania, no olvidó a sus congéneres. El compromiso de la Kovalévskaya en ayudar a las mujeres rusas que deseaban estudiar una carrera en el extranjero (algo imposible en la Rusia del S. XIX ) , fue total. Guiada por su pensamiento nihilista pasó a la acción. Inspirada en la Comuna Fritsche de Zurich, fundó la Comuna de Mujeres de Heidelberg , asociación nihilista destinada a apoyar incansablemente a compatriotas en su escapada de Rusia y aterrizaje en Europa. El activismo nihilista de doña Sofía a favor de la liberación de la mujer del yugo masculino superó con creces a la defensa que doña Emilia ejerció en su amplia obra literaria sobre la mujer oprimida.

Toda la biografía de Sofia Kovalevskaya trata de su lucha infatigable por obtener una educación universitaria, practicar matemáticas y enseñar su asignatura favorita en la universidad. 3 aspiraciones que, en principio, le estaban vedadas por su condición de mujer.

Sin embargo, Kovalevskaya se convirtió en la primera mujer profesora de universidad de la historia, primera mujer matemática de Rusia, aparte de licenciarse en filosofía en Göttingen, y escritora de 2 novelas reivindicativas de la lucha por la libertad y la igualdad femenina en la sociedad patriarcal, feudal y autocrática de su país.

No solo en su país sufrió Sofía constantes humillaciones del mezquino ambiente académico. También fue rechazada como catedrática en Francia y Alemania. No importaba que ella se hubiese doctorado a los 24 años en Göttingen, con una tesis 3 veces más extensa que las ordinarias.

Finalmente, en 1889, la Academia Sueca validó las aportaciones de Sofía Kovalevskaya a las ciencias exactas y le otorgó la plaza de profesora, con carácter vitalicio, en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Estocolmo.

En 1891 enfermó de neumonía durante el regreso de un frustrante viaje a San Petersburgo donde, a pesar del enorme reconocimiento que gozaba en la comunidad científica internacional, esta portentosa mujer ni siquiera fue admitida en la reunión de la Academia de Matemáticas de la Universidad.

Murió en Estocolmo a la prematura edad de 41 años.

Tampoco se dio la ocasión de que algún artista ruso, alemán o sueco la retratara.

analogy between types of women and first feminists, by Zuloaga, Sorolla and Romero de Torres. madrid museum tours blogEn cambio, Clotilde García del Castillo ha sido una de las mujeres más retratadas de la historia.

Por su propio marido.

Fue la esposa de Joaquín Sorolla y además, su musa, contable, administradora, marchante y, en palabras de su esposo,  ‘’mi carne, mi vida y mi cerebro.’’

Clotilde fue el amor que fortalecía a Sorolla y el que lo debilitaba durante sus frecuentes ausencias del hogar.

Clotilde García del Castillo fue la encarnación de ‘’esa gran mujer que está siempre detrás de un gran hombre’’. En otras palabras, nada que ver con la mujer de clase media de la época, de quien Emilia Pardo Bazán reprochaba su holgazanería, incultura y estrechez de miras.

Clotilde tuvo la grandeza de conceder a la pintura el primer lugar en el orden de vida de su esposo. Su humildad, cuando se refería a su aspecto físico, contrastaba con la belleza espiritual y física que irradiaba en todos los retratos que su esposo le hacía.

Clotilde mamá, ayudando con los deberes, cosiendo, en el jardín, en la playa, leyendo un libro o el periódico…

Clotilde desnuda, de espaldas, ordenando una pieza de cerámica de Manises.

Los pasos de los años cargan el pincel y paleta de Sorolla, pintando a su Clotilde.

Cuando Clotilde tenía 45 años, Sorolla terminó el mejor retrato de ella : Clotilde sentada en un sofá.

Llevaban 22 años casados y este maravilloso retrato trasunta la mutua ternura, amor y complicidad que se alcanza en la madurez de un matrimonio feliz.

Clotilde reposa sentada relajadamente en un sofá. Cruza sus manos en un leve gesto de paciencia y docilidad. Su mirada lanza un mensaje directo a Sorolla que solo él podría entender plenamente, tras tantísimas sesiones de tantísimos posados en el curso del tiempo. Los labios de Clotilde esbozan una leve sonrisa.

El famoso blanco luminoso de Sorolla resplandece con brillos celestes y rosados en el vestido de Clotilde. Rosada es también la piel de ella. Como el color rosa que con gusto emplearon Velázquez, Goya, Fortuny, Rosales y, por supuesto, Sorolla.

El pelo rizado de Clotilde destaca en su peinado juvenil, que se funde parcialmente con el fondo oscuro del retrato. Los colores amarillo, verde y celeste se esparcen en el sofá, así como los intensos tonos burdeos en suelo y segundo plano, con la suelta pincelada sableada de Sorolla, que sacaba de quicio a Valle Inclán, pero que enfervorizaba a sus admiradores.

Sorolla pintaría a Clotilde de pie, ataviado con alguno de sus elegantes trajes cruzados. Clotilde cruza afectivamente sus piernas en dirección a su marido. Sus pies están enfundados en zapatos de raso. Falta poco para terminar el posado de la jornada. Después, Clotilde se despojará del blanco vestido que Sorolla le compró especialmente para retratarla en el sofá, se quitará los zapatos de raso y se sumergirá en los cálidos brazos de su marido. Las agujas del reloj ya se han parado para los dos eternos amantes.

Sofia Kovalévskaya, Emilia Pardo y Bazán, Clotilde García del Castillo tuvieron un denominador común.

Hombres.

Las dos primeras, insignes luchadoras feministas, la tercera, una esposa y ama de casa constreñida a ejercer el papel que la sociedad había asignado a la mujer.

Sin la mediación del profesor Carl Weirstrass, Sofia Kovalévskaya, difícilmente habría podido ser nombrada catedrática en la Universidad de Estocolmo.

Sin la leal y larga relación con Benito Pérez Galdós, doña Emilia habría sido, probablemente, incapaz de satisfacer con plenitud su explosiva voracidad sexual e incansable imaginación literaria.

Sin Sorolla y Clotilde, nos costaría encontrar un modelo tan perfecto de amor entre artista y esposa.

Zuloaga, Sorolla y Romero de Torres representaron en obras aisladas, de innegable valor sociológico, 3 vértices de la condición femenina entre los siglos XIX y XX : la víctima , la mujer nueva y la esposa ideal.

Un tema para un futuro blog será sobre artistas como Rosler, Piper, Wilson, Denes  que enfocan el feminismo del siglo XXI.

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